viernes, 23 de septiembre de 2011

Es una tarde fría, una tarde de lluvia. No tengo ganas de quedarme en casa. Jamás me había sentido así, tan mal. Me dirijo a la biblioteca municipal, el lugar perfecto para pensar, para estar en silencio. Me siento en la silla de la mesa más apartada, necesito estar sola un rato. En mi mente aparecen las secuencias de la discusión que hacía apenas unas horas, habíamos tenido. Es entonces, cuando todavía me siento peor. Las lagrimas empiezan a acudir a mis ojos, con un suspiro intento retenerlas. Saco una de las muchas libretas, y le arranco una hoja de papel. Cualquier bolígrafo me sirve. Solo quiero desahogarme sin hablar, decir sin que nadie escuche.

Tengo miedo. Todo esto para mi, es un camino totalmente desconocido. Si, claro que quiero seguir adelante, quiero afrontarlo contigo y permanecer a tu lado, pero también necesito tiempo. ¿Para que? Para acostumbrarme a necesitarte, a buscar tu ayuda, a echarte de menos cuando no pasemos una tarde juntos... Necesito acostumbrarme a ansiar tus besos, a querer tus caricias más que cualquier otra cosa, a tenerte ahí para las buenas, y también para las malas. Tengo que acostumbrarme a estar enamorada. Quizá la culpa de todo, haya sido mía. Si así es, la asumo. Pero, para mi no ha cambiado absolutamente nada. Te sigo necesitando igual o más que antes. Supongo que ahora me he dado cuenta de eso y por eso tengo miedo. La idea de que en cualquier momento desaparezcas o te vayas, me destroza. Mi felicidad depende de ti. Tienes el poder de hacerme la chica más feliz del mundo, pero también tienes el poder suficiente como para hacer todo lo contrario. Temo no estar a la altura. Me aterra quererte como lo hago, sin embargo, no puedo evitarlo. 
Miro por un instante cada palabra escrita en esa carta. Tengo las mejillas empapadas, pero me da igual, no me importa. Me maldigo una y otra vez, soy una estúpida, lo sé. Cojo la hoja de papel y la rompo a mil trozos, los agrupo en un montón y los tiro a la basura. Soy demasiado orgullosa como para darte esa carta. Tomo mi chaqueta y salgo de allí. Ya no llueve, sin embargo, hace todavía más frío que antes. Empiezo andar, mi móvil empieza a sonar. Eres tú. Sin pronunciar palabra, contesto a la llamada. Todo mi cuerpo se estremece al escuchar tus palabras- Lo siento mucho, amor- Sonrío- Yo también lo siento, no sabes cuanto...- Se nota un poco más de tranquilidad al otro lado- Te quiero- Me doy cuenta de otra cosa en aquel momento, no importa tener miedo, siempre que lo acabes afrontando. Y yo sé, que contigo, puedo afrontar cualquier cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario