lunes, 7 de mayo de 2012

No son sus labios, son sus besos. No son sus ojos, sino su mirada, la forma en que me mira. Es lo que siento al tenerle delante, ese escalofrío, esa sonrisa instantanea. Sus abrazos, y lo protegida que me siento estando entre sus brazos. Ese don que tiene, ese que consigue que al estar con él las horas se conviertan en minutos, y los minutos en segundos. Por no hablar de como habla, el tono de su voz y cada palabra que pronuncia. Son sus manos frías y su gran corazón. Los rizos que se forman en su pelo, y la negación total a que se los peinen. Como se preocupa, lo cabezón que es y su competividad. Su pasión por ese deporte que tanto le divierte, el que le ayuda a sentirse bien y despejarse un rato, ese deporte llamado baloncesto. Él, el que consigue que constantemente piense en cuando le volveré a ver, o cuando hablaremos de nuevo. El que consigue que todo el tiempo del mundo no sea suficiente para estar juntos, y que hace que quiera todavía más. Si, él... me hace ser egoísta, insegura y un poco paranoica. Nunca he sido así, pero no quiero compartirle y a parte de ilusionarme, ha logrado que tenga miedo... muchísimo miedo. Miedo a perderle, a pensar que no sea lo suficientemente buena, que pueda llegar otra mejor. Miedo a plantearme la posibilidad de que todo acabé algún día. Él ha echo también que mi corazón le pertenezca en poco, poquisimo tiempo. Y no solo eso... Sino que por otro lado puede ponerme nerviosa con solo posar sus ojos en mi... Porque me hace sentir única, especial. Porque es él. Él siempre.