martes, 29 de enero de 2013





"And in another life
I would be your girl
We keep for our promises
Be us against the world

And in other life
I would make you stay
So I don't have to say
You were the one that got away
The one that got away..."
La clave de esta vida, es no perder nunca la esperanza. Tenemos, y de echo somos capaces, de ser lo suficientemente fuertes como para afrontar cualquier problema. Arriesgar, perder, ganar. Lo único que nos queda, pase lo que pase, es seguir adelante. No hace falta que sea con una sonrisa, nos basta con tener fuerza. Con sacar todas nuestras armas para conseguir que cada día sea mejor. No podemos rendirnos a la primera de cambio, ¿de que sirve sino? El mundo en el que vivimos, la vida que nos ha tocado vivir no consiste en eso. No consiste en dejarlo todo a un lado cuando las cosas no van como nosotros esperamos, no podemos dar nada por perdido hasta dar el último golpe, el último puñetazo en el ring. La vida, es como una batalla. Puedes luchar, o puedes tirar la toalla. Los que elijen la primera opción, ganan un trofeo, su equivalente es la felicidad y plenitud, a la satisfacción de saber que su destino está en sus manos y que solo ellos controlan su futuro. Que son ganadores. El segundo grupo, en cambio, no disfrutan de lo que podría haber sido por miedo. Porque quizá no funcione. Se encuentran en una situación llamada conformismo, todo se vuelve en rutina. Simplemente, se conforman con lo que tienen, sin luchar por lo que realmente querrían. Se conforman con lo que son, y no con lo que podrían llegar a ser si se lo propusieran. ¿Su error? Perder precisamente eso que nunca debe perderse, o al menos, eso que tendría que ser lo último que dejemos esfumar de nuestras vidas. La esperanza.
¿Elección o destino? ¿Lo que tenga que ser, será? ¿O una de las muchas elecciones que tomamos a lo largo de nuestra vida, es lo que hace que sea? Nuestro futuro, ¿está en nuestras manos, o en las del destino?
Sentada delante suyo, no podía apartar la mirada. Lo abrazó con fuerza, como si el mundo fuera acabar en aquel mismo momento. Cerró los ojos, disfrutando de cada segundo. Con una sonrisa de apoyó en él, acurrucó la cabeza en su pecho, dejando que sus oídos escucharan los latidos de su corazón- Me encanta este sonido- Dijo ella. Si, eran lo más preciado, la melodía más bonita que ella jamás había escuchado- Es tuyo- Afirmó él. Jamás olvidaría ese momento, estaba segura de ello. Al igual que sabia con certeza que ella seria capaz de dar cualquier cosa, incluso el suyo, su propio corazón, por él.



La vida es demasiado complicada. Volvamos a ser niños. En aquellas clases de parvularios  donde el único problema que teníamos, era no salirnos de la ralla a la hora de pintar un dibujo. Y al fin y al cabo... Nada pasaba cuando pintábamos fuera. ¿Porque las cosas no pueden ser así ahora? ¿Porque si te equivocas, si te sales de ese contorno, o pintas con el color equivocado se te echan encima un montón de consecuencias? Antes era mucho más fácil sonreír, divertirse. Nada de exámenes  de ecuaciones de tercer o cuarto grado. Corazones rotos, mal de amores. Agarrar tu juguete y nada más. Fuera responsabilidades, hacer la cama. Dormir, cagar y beber, y ya está. Si, la felicidad de un niño simplemente por ver a su madre recogerle al final del día. Valorar esos pequeños detalles, que para nosotros eran un mundo y ahora, prácticamente ignoramos. La ilusión de Papá Noel y los reyes. La ingenuidad. Niños, sin complicaciones. Sin decepciones. Solamente niños.


Me pregunto si realmente hay que perdonar para poder olvidar. Si se pueden hacer ambas cosas. O si, la gente que olvida tan fácilmente es que no está tan dolida como para tener que perdonar nada. Quizá no les importa lo suficiente como para pararse a pensar si en algún momento podrán olvidar-lo. Simplemente, porque ya lo han hecho. Personalmente, soy una persona a la que le cuesta mucho confiar en la gente, no me preguntéis porque. Pero prefiero andar con pies de plomo. Sin embargo, puedo llegar ha hacerlo. Puedo confiar plenamente en una persona y llegar a contarle mis secretos mejor guardados. Una vez, esa confianza se rompe, cuando me decepcionan, me pregunto: Si esa persona ha sido capaz de venderme una vez, de fallarme, o de poner cualquier otra cosa por delante de mi... ¿Porque no lo hará de nuevo? Si ya ha ocurrido una vez, ¿que me asegura que no volverá a ocurrir? 
Por otro lado, todos cometemos errores, si. Y ese es el motivo por el que soy capaz de perdonar a una persona que me ha hecho daño, pues a mi me servirá para poder seguir adelante. Dejar que las heridas cicatricen  se suele decir. En cambio, no puedo ni quiero olvidar. No puedo volver a confiar, porque creo que la confianza se da solamente una vez. O la tomas, o la dejas. A mi esos pies de plomo me pesan demasiado como para dejarlo pasar y volver a caer otra vez en la misma piedra. Puedo dejarla a un lado, pero no volver a pisarla.