martes, 21 de octubre de 2014

¿Las cosas van como van? ¿O como queremos que vayan?

Quizá es un tema que ya está muy visto, eso del destino (bah, que aburrido). Pero realmente me llama mucho la atención. ¿No os lo habéis preguntado nunca? (Realmente me gustaría que me respondierais a esta pregunta). A mí, personalmente me gustaría saber si las cosas que hago, si todo aquello por lo que lucho cada día, si cada decisión a la cual le doy mil vueltas antes de tomarla, si cada paso, cada golpe, caída…, realmente dependen de mi o no. ¿Existe realmente ese fenómeno que no puedo cambiar? ¿Eso que ya está escrito? Supongo que eso es algo que nunca se sabrá a ciencia cierta, y que en el fondo, no hay más remedio que conformarse.


Algo que me lleva a otro tema que no me gusta ni un pelo. He escuchado mil veces la frase de “es lo que hay”, y no lo soporto. Ambos temas van ligados, debido a que utilizamos la excusa de “pasará lo que tenga que pasar”, para rendimos y dejarlo ahí. ¿Cómo que pasará lo que tenga que pasar? ¿Eso es lo que dicta el destino y ya está? ¿Lo dejamos correr? Pues disculpadme, pero yo no estoy dispuesta a conformarme.


De verdad creo que debemos hacer lo que nos dicte nuestro corazón, dejando de lado si eso, ya está escrito en nuestro destino o no. No podemos rendirnos en ningún aspecto de nuestra vida poniendo como argumento (invalido, por cierto) algo que no podemos ni ver ni tocar. Exista o no, pasen las cosas por algo o no, mi vida irá como yo quiera que vaya, independientemente de todo lo exterior. Yo querré, me equivocaré, me caeré y me levantaré como cualquier otra persona, tenga o no que pasar.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Los colores

¿Sabéis? Tenía intención de escribir un increíble texto. Quería redactar como no lo había hecho antes para demostrarme a mi misma que no había perdido “eso”. Cuando empecé con este proyecto, simplemente me imaginaba cosas que jamás sucederían… Me inspiraba con películas, libros, con situaciones en las que todo el mundo, en algún momento de su vida, ha soñado encontrarse. Sin embargo, ya no me sale escribir sobre una chica que se ha enamorado y no sabe cómo actuar ante ese sentimiento de inseguridad que te inunda cuando te encuentras delante de la otra persona, o el dolor que proporciona el miedo a la soledad. ¿Por qué? Porque no soy yo. Y no quiero parecer una egocéntrica. Ni mucho menos pienso escribir acerca de mi persona (nada menos interesante, por favor). Pero me gustaría plasmar el mundo mediante mis ojos, y no unos ajenos. Me he propuesto escribir sobre cualquier cosa que llame mi atención, cualquier opinión, interés, sentimientos, ideas, inquietudes. Quiero ser yo, dejando de fantasear y centrándome en la vida real.


Y por todo lo anterior, quiero hablaros de los colores. Es curioso como plasmamos nuestro estado de ánimo mediante los tonos que elegimos a la hora de vestirnos. Puede ser cierto o no, pero se dice que cuando uno está contento suele ir con tonalidades más vivas: rojos atrevidos, verdes esperanzadores y amarillos resplandecientes (o imposibles de mirar, depende). Aquí os planteo mi duda, ¿Por qué cuando estamos tristes los colores suelen ser el negro y el gris? Y pensaréis, desde hace muchos años, el color negro se ha utilizado para los funerales en los cuales te despides de alguien querido y todo eso, si. Pero… ¿y el gris? ¿Qué tenemos en contra del gris? Vale que es más discreto y todo eso, pero es que ya no solo se trata de los colores en sí… ¡Los colores influyen en nuestros propios sentimientos! No solo en nuestro armario, no. El día está tapado (sinónimo de nubes/tormentas), ya es un día gris, día que no apetece salir, día en el que estas más sensible, etc. ¿¡PORQUE!? A mí me gusta la lluvia, me gusta verla, sentirla, escucharla. Quizá soy yo la rara, pero a mí me relaja.  ¿Y no va de eso la vida? ¿De intentar convertir lo malo, en algo mejor? ¿Por qué dejamos entonces que las etiquetas, ya no sobre las personas y demás, sino de los colores, los días, nos afecten tanto? ¡SALGAMOS A BAILAR BAJO LA LLUVIA! No todo es de color gris… y si lo es, ¿Qué más da?

martes, 10 de septiembre de 2013

El otro día, en una serie de televisión se planteaba, a una serie de personajes, redactar un escrito con cosas que hacer antes de morir. El tema me interesó bastante, pues, ¿quién no se ha llegado a plantear nunca una lista con las cosas pendientes antes de que su existencia termine? Las respuestas eran infinitas: Poner un pie en cada continente, aprender otro idioma, cruzar un país entero con una bicicleta, bucear con tiburones o delfines, pintar un cuadro, trabajar como voluntario, pasar 24h solo en una selva, tirarse en paracaídas, conocer a un ídolo, visitar las 7 maravillas del mundo, y un montón de cosas más. En ese momento, me planteé si yo quería hacer todas esas cosas, o al menos, una de ellas. Justo en ese momento, uno de los chicos que se encontraba en la escena, entrega su papel en blanco. Y al cabo de pocos días, se suicida. Por lo visto, no encuentra nada que hacer, nada que sentir, antes de morir. Entonces, me vuelvo a plantear que es lo que yo querría hacer. De que se compone mi lista, y me doy cuenta de una cosa. Simplemente, me conformo con vivir.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Ya desde el minuto uno en el que nacemos, nos están dando lecciones. Camina poco a poco para no caer. Aprende de tus errores, que éstos se conviertan en algo bueno en tu vida. A lo loco lo bueno dura poco, sin embargo, las mejores personas acaban siendo las que cometen locuras. Si juegas con fuego te quemas. Lucha por lo que quieres, no te rindas. La familia es la que toca, a los amigos los elegimos. Y mil frases más que todos habremos escuchado alguna vez a lo largo de nuestra infancia, adolescencia, o madurez. Sin embargo, y a pesar de que creemos saber cómo actuar en cada momento, nada de eso nos sirve hasta que realmente tenemos que enfrentarnos a una situación. Es decir, por mucho que hayamos escuchado que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, nosotros debemos tropezar mil y una para saber que es cierto. Tenemos que comprobar, que todo lo que nos han advertido durante años, es al fin y al cabo, una realidad.


Eso conlleva a una serie de cosas. A hacernos daño al caer. A intentar aprender de nuestros fallos. A apreciar el tiempo, pues al final se acaba. Dejar la locura para los momentos adecuados, o vivir siendo un loco. Que el fuego es peligroso. Que a veces rendirse, es la mejor opción. Y que para rendirse, antes se debe luchar. Que la familia al fin y al cabo, es la que está ahí te guste o no, y que los amigos a veces te fallan. Y que tropezaremos una y otra vez antes de darnos cuenta de que la vida consiste en eso. En levantarte una y otra vez a pesar de todos los tópicos, y en comprobar por ti mismo la cruda realidad.

viernes, 30 de agosto de 2013

Me siento bloqueada. Siempre he utilizado la escritura para desahogarme. Me dejaba llevar por las palabras que rondaban por mi mente y todo parecía ir mucho mejor. Sin embargo, ahora me pongo delante de una libreta y parezco un mueble más de la habitación, inútil, sin nada que decir, sin vida, sin esencia. Espero y sigo esperando que las palabras se apoderen de mi, que se me ocurra al menos una frase con un mínimo sentido y coherencia. Me agobio, pensando que quizá he perdido aquello que provocaba en mi ese don de expresión, esa suavidad y elegancia a la hora de redactar. Tengo un nudo en el estomago, un nudo de aquellos imposibles de deshacer con un vaso de agua, un nudo como aquellos que se utilizan para amarrar los barcos en el puerto. Sin huida alguna, atrapados, cuando podrían estar en mar abierto.

Pero se lo que tengo que hacer. Cierro los ojos, cojo aire. Suspiro una vez más. Dejo la mente en blanco. Solo soy yo delante de una hoja de papel sintiéndose mejor después y a pesar de todo. Solo soy yo, una escritora o intento de ello. Y nada más importa, que el texto sea bonito o no, que guste a los demás, que la letra sea legible o que todo parezca impecable. Solamente soy yo, y mi libreta.



jueves, 27 de junio de 2013

Todos tenemos miedos. A la oscuridad, a las arañas, a morir solos, a no vernos suficientemente capacitados para hacer algo, y a mil cosas más. Esa inseguridad que nos limita ciertas veces. Y no solo eso, sino que además también tenemos complejos, fobias, y manías (algunas más raras que otras, todo hay que decirlo). No somos perfectos, y quizá estos aspectos mencionados anteriormente, nos lo hacen ser aún menos. Seguido también, de la típica frase: "Y si..." (no le gusto, no lo consigo, sale mal, me hacen daño, me fallan...). Un síntoma más de miedo a lo que pueda pasar y poca confianza en nosotros mismos. Y puedo asegurar, que incluso la persona más segura, se ha preguntado alguna vez que pasaría si hiciera esto o aquello, o si puede o no puede. No intento decir, que tenemos que tirarlo todo por la borda y actuar a lo loco. Ni mucho menos. Pero me gustaría plantear una pregunta: Si dejáramos de vez en cuando esa sensación de imposibilidad en casa, ¿Conseguiríamos más cosas? ¿Cumpliríamos más sueños de los que hemos dejado aparcados? ¿Actuaríamos de una manera diferente? Tener miedo, no es malo. A no ser, que te impida lograr lo que te propones en la vida. Y eso ya depende de ti. Si la respuesta es que si, levántate cada mañana y mírate al espejo con una gran sonrisa. Substituye a ese "Y si..." por un "Yo puedo". Y adelante, que se prepare el mundo.
Una persona, puede llegar a tu vida y hacerse con ella. Se gana tu corazón, tu confianza. Compartís momentos, historias, tristezas y también locuras. Si, todo es más fácil al lado de alguien que te entiende. Cuando tienes al lado a un apoyo, una columna esencial en la construcción de tu día a día. Tener una persona así, es muy importante y no todo el mundo consigue encontrarla. Y cuando, por lo contrario, cuentas con ella, no quieres perderla. Sin embargo, en esta vida no se puede tener todo. Las cosas cambian, las personas, el tiempo, tu alrededor. Todo acaba siendo diferente de como era en un principio. Y puedes pensar que nada se moverá, que todo seguirá como estaba, pero entonces te estarás mintiendo. Porque las personas entran y salen de tu vida. Y crees que nada volverá a ser lo mismo si esa pieza se mueve, que todo te viene encima, que te falta algo. Pero, al fin y al cambio, todo vuelve a cambiar una vez más. Y todo se acaba superando con el tiempo.