martes, 22 de noviembre de 2011

Desde un principio debería haber tenido claro que tarde o temprano, todo terminaría.  De alguna manera, se había echo a la idea. Sabía que no sería fácil volver a la rutina después de aquel verano, pero no esperaba seguir sintiendo todo aquello todavía. Estaba sentada en la última fila del aula, el profesor dictaba algo que ella ni siquiera escuchaba. No paraba de dar vueltas una y otra vez a cada momento, a cada detalle, a cada escena… Había vivido una película. Una historia de amor durante las vacaciones, que en Septiembre tenía que acabar. No, no lo había planeado y ella había sido la primera sorprendida, pero había decidido vivirlo. Disfrutarlo y no preocuparse por las consecuencias que aquello le conllevaría, consecuencias que en aquel momento, estaba sufriendo. Las imágenes pasaban por su cabeza, reproduciendo una y otra vez cada instante. Aquella fiesta en la playa, aquel primer baile. La invitación a cenar, el restaurante, la música. La fogata, el primer abrazo, el primer beso. El día de pesca. Aquel amanecer y aquellas bellas palabras. El calor, la cama de él, las caricias, la ternura. El campo, el picnic. Su viejo descapotable, el cine al aire libre. La despedida... Las lágrimas empezaron a acudir a sus ojos. Tanto él como ella habían acordado dejarlo allí, olvidarse de los sentimientos y después de aquel verano, seguir cada uno con su vida. Pero, ella no podía. No era capaz. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Como podía imaginar que no existía, si no podía parar de pensar en él? ¿Cómo podía olvidarle si su corazón no se lo permitía? ¿Si su cabeza no paraba de recordarlo? ¿Cómo podía haberse enamorado en tres simples meses?

domingo, 20 de noviembre de 2011

“I was born to be somebody, and nothing will never gonna stop me”. Estaba tumbada en su cama, con los auriculares y con la música a todo volumen. ¿Se había rendido? Así era. Siempre había luchado por su sueño; Cantar. Pero sentía que nada había valido la pena. ¿Por qué? Porque si fuera así, estaría encima de un escenario, y no en su casa un sábado por la noche. Claro que era consciente que no lograría nada allí estirada, pero no tenía fuerzas para seguir derrumbándose, cayéndose ni tropezando. No aguantaba más aquel vacío en el pecho que sentía cada vez que era rechazada en una audición. Ni las noches que se pasaba en vela pensando en que debía mejorar. O que canciones debería cantar para gustar más a los jueces de las pruebas. Sus ojos empezaron a llenarse de lagrimas, ella era capaz, pero… En aquel momento sonó su móvil, un SMS. Una sonrisa se dibujó en sus labios, se levantó sin pensarlo dos veces, se arregló y salió por la puerta. Dispuesta a brillar.

Todo estaba oscuro, no podía ver nada. Escuchaba la respiración y los susurros de la gente. La expectación reinaba en el ambiente. El corazón le latía a mil por hora, estaba nerviosa; sin embargo, la emoción le recorría por todo el cuerpo. En aquel instante el foco se encendió y la gente empezó a aplaudir y a gritar con fuerza. Su mano se colocó con cuidado encima del micro y empezó ha hacer lo que mejor sabía. La gente bailaba, saltaba, cantaba y gritaba su nombre. Allí, encima del escenario se sentía bien, como si estuviera en una nube, a metros y metros del suelo. Terminó la canción, y empezó otra. La gente quería más, y ella estaba encantada de ofrecerles todas las canciones que ellos quisieran. Entonces, entre la gente, entre la multitud le vio. Allí estaba él, entre el publico. No pudo evitar recordar aquel mensaje: “Amor, rendirte no se te da bien. Levántate de la cama, quítate el pijama y sal ha hacer lo que tienes que hacer. Hay algo que todavía tienes pendiente, tienes que demostrarles a todos lo muchísimo que vales. Puedes conseguirlo, no estás sola. Tú y yo… siempre contra el mundo, ¿recuerdas? Te quiero” Esas palabras habían sido el motivo por el cual no se había quedado aquella noche de sábado encerrada en su habitación. Y gracias a ello había conseguido cumplir su sueño, había echo realidad el mayor de sus deseos. Con él había luchado, con él había cumplido su destino; porque ella, había nacido para ser alguien, y gracias a él, nada la había detenido.

domingo, 13 de noviembre de 2011

No tengo ganas de seguir fingiendo que estoy bien. Me he cansado de sonreír para ocultar que tengo el corazón roto y que por dentro me siento muy mal. Me gustaría seguir con esta obra de teatro, en la cual hay un final feliz. Pero, la vida real no es así. Dejaré que las lagrimas se derramen por mis mejillas, una vez derramadas, olvidaré, suspiraré y lucharé. Recogeré los miles de pedazos en los que mi alma se partió al verte desaparecer. Cogeré de mi cuaderno las hojas usadas para hacerlas pasadas. Un papel nuevo, una hoja blanca y de nuevo a escribir. Entonces si, podré seguir adelante con una sonrisa que sea de verdad. Haciendo sueños realidad.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Recuerdo aquel primer beso. Aquel inesperado, pero perfecto beso. Recuerdo la ropa que llevaba yo, la ropa que llevabas tú. Como me sentí y lo que pasó en aquel preciso instante por mi cabeza. Jamás podría olvidarlo. Recuerdo la música que sonaba, el olor de tu casa, el tacto de tu sofá. Recuerdo lo nerviosa que estaba, como me temblaban las piernas y el nudo que tenia en la garganta. Lo callados que estábamos los dos, el sonido de la lluvia en el exterior, y la luz de la chimenea delante de nosotros. Recuerdo como me levanté para ir a por un vaso de agua, y recuerdo también como me tomaste del brazo, haciendo que cayera en tus rodillas y que mis labios se juntaran con los tuyos, en un beso. En un dulce y precioso beso. A partir de ahí te convertiste en lo mejor que había tenido, en lo más importante de mi vida. Cada momento que pasaba a tu lado, hacía que todo lo demás desapareciera. Solo existíamos tú y yo. Los primeros meses pasaron, y pensaba que nada podía ir mejor. Pero no fue así, tú hiciste que lo fuera. El primer viaje juntos, lo especial que fue. Paris, la ciudad de la luz, de la moda y del amor. Si, éramos dos enamorados. ¿Cómo quieres que no lo recuerde? Tú has sido y serás siempre el primero. El amor de mi vida. Pero hay un pequeño detalle que no podemos olvidar, un problema que no tiene ninguna solución. Nada dura para siempre, todo llega a su fin algún día. Por mucho que no nos guste, las cosas son así. Es cierto, fueron los años más felices de mi vida. Pero… ¿Y que? No puedo pretender que ese sea mi destino cuando no lo es. Ha llegado la hora de dar un paso adelante y de pasar página. Tengo que dejar que todos esos momentos se conviertan en eso, en bonitos pero simples recuerdos.

lunes, 7 de noviembre de 2011


Se sentó en las gradas, el partido ya había empezado. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había accedido a asistir? Aquella, sin duda alguna, era la peor decisión que había tomado en mucho tiempo. Lo único que estaba consiguiendo era hacer los pedazos en el que se había roto su corazón, en trozos más pequeños. Primera parte, de momento iban ganando. La gente gritaba una y otra vez a cada canasta, animando a los jugadores. Se arrepintió al instante de no haber aprovechado la mañana para adelantar deberes o para ir a comprar. Ella y su manía de hacerse daño sin necesidad, de permitir que incluso los demás se lo hicieran. Descanso. No, había sido un error, tenía que irse de allí.

Entonces él la vio. No podía dejar que se fuera, no de aquella manera. Para él era complicado. No era fácil decir lo que sentía, ni tampoco demostrarlo. A consecuencia de ello la perdería. No, no era tan fácil como el baloncesto. En la pista, él controlaba la pelota, esquivaba a los demás jugadores hasta llegar a la canasta, apoyado por sus compañeros. Sin embargo, en la vida real, en el campo sentimental no era igual. Pero no pensaba rendirse. Salió corriendo, saltando la valla y parándole el paso. Ella le miró sorprendida- ¿Qué haces? Estas en mitad de un partido, un partido decisivo. Tu equipo te espera, al igual que el público- Le dijo- No puedo seguir si te vas, si decides salir por esa puerta, el partido se ha acabado- Ella no sabía que decir, se había quedado sin palabras- Mira, tú eres el partido que más me ha costado ganar, pero también el que más me ha valido la pena. No pienso dejar que te rindas. No voy a dejar que abandones - Dijo con una sonrisa. La tomó de la cintura y la acercó a él. La besó, y toda la grada empezó a aplaudir.

domingo, 6 de noviembre de 2011


Estaban en un cualquier portal, de cualquier edificio. Se había puesto a llover justo en aquel momento. Ambos se reían, no llevaban paraguas y habían tenido que correr para llegar sanos y salvos a un sitio seco, al menos un poco. La miró a los ojos, todavía sonreía. Que guapa era. Nunca se hubiera imaginado que todo aquello terminara así. Que la tuviera a su lado, que la quisiera como la quería. La tomó de la mano y se detuvo en mitad de la calle. Ella le miró con los ojos abiertos, no entendía nada, nada en absoluto. -¿Que haces? ¿Te has vuelto loco? Está lloviendo. Nos vamos a empapar. -Uno de tus sueños es un beso bajo la lluvia. Mi sueño es cumplir los tuyos- La besó. No les importaba el agua, ni que se estuvieran mojando de arriba a bajo, ni que seguramente al día siguiente ambos estarían resfriados a mas no poder. No les importaba que fuera de noche, ni que los coches pasaran y les miraran como si la locura se hubiera apoderado de ellos. Estaban allí, los dos juntos. Y eso fue lo único que les importó. -¡Te quiero!- Le susurró él con una sonrisa. Y la abrazó con fuerza.



miércoles, 2 de noviembre de 2011

No era un buen día. No era una buena semana. Los últimos exámenes no habían ido como esperaba, y para colmo, no lograba olvidarse de él. Tenía el corazón roto. Llevaba todo el día con ganas de llorar, pero eso ya no era nada nuevo. Se había convertido en una rutina. No tenía ganas de hacer nada, su vida se había basado aquellas semanas en salir de casa al Instituto, del Instituto a la Biblioteca, de vez en cuando, y de nuevo a casa. Había estado evitando a sus amigos, pues no tenía ganas de hablar sobre lo ocurrido, y mucho menos quería que nadie se lamentara por ella, eso era algo que podía hacer ella misma.

Por fin lo que llevaba esperando des de las ocho de la mañana, el timbre que daba por terminadas las clases. Salió y empezó a dirigirse a casa sin hablar con nadie, sin esperar a que nadie la acompañara, prefería estar sola, en su mundo. No, todavía no se lo podía creer. Se había negado a si misma la idea de haberle perdido. Pero también tenía claro que no tenía más remedio que superarlo. Lo echaba de menos, mucho. Sentía un vacío en el pecho, como si de golpe, le hubieran arrancado todo lo que tenía dentro. Su cabeza no paraba de dar vueltas una y otra vez al porque de todo, y si hubiera podido cambiar las cosas en aquel momento o no. Quizá si, ¿quién sabe? El hecho es que ya no podía volver atrás. Estaba a punto de ponerse a llorar cuando la vecina la paró al final de la calle. Le pedía ayuda con un par de bolsas que quería tirar a la basura, con una sonrisa fingida rápidamente le echó una mano. Se despidió lo antes posible y se dispuso a llegar hasta su portal sin más distracciones, pero eso no fue posible.

En aquel instante el corazón se le paró. Se quedó sin aliento. Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas, ya no aguantaba más. No podía evitarlo. Sacó la voluntad de andar un par de pasos más para comprobar que era cierto, que estaba allí. Que no lo estaba soñando. ¿Y si eran imaginaciones suyas? ¿Estaba volviéndose loca? Cuando estuvo a escasos centímetros de él se paró para mirarle a los ojos. No, no era ningún delirio, ni tampoco ninguna proyección, estaba allí. Delante de ella.

-Tienes delante al idiota más grande que existe en este mundo- Dijo mirándola.

-No me lo puedo creer- Logró pronunciar ella- Estas delante de mi portal, montado en tu moto... Te fuiste y de nuevo estás aquí. ¿Y lo único que vas a decirme es que eres idiota? Porqué eso es algo que he podido comprobar, ¿sabes?

Se acercó a ella y con cuidado le acarició la mejilla- Te quiero.
-Eso está mejor- Respondió ella con una sonrisa.