miércoles, 21 de diciembre de 2011

Tomó sus manos con delicadeza y juntó la frente de ella con la de él. Cerró los ojos, no podía creerse lo que estaba a punto de decir. Le dolía pronunciar aquellas palabras. Sin embargo, tenía que hacerlo, pues no le quedaba otra opción.

-Es hora de que me vaya- Dijo separándose para mirarla a los ojos. 

-Te echaré mucho de menos.

Él la besó, juntando su cuerpo al suyo, abrazándola y negándose a soltarla. Negándose a separarse de ella. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, a él se le hacía imposible verla llorar, se le rompía el corazón. No podía aguantarlo.

-Si me lo pides, me quedaré- Afirmó seguro. Acariciando sus mejillas y secando las lagrimas.

-Dime que no te queda alternativa y que tienes que irte. Dime que decirme adiós es lo más difícil que has echo nunca, pero que tienes que hacerlo. Que seguirás con tu vida, te volverás a enamorar y serás feliz sin mi. Que yo seré capaz de seguir adelante sin ti. Que esto es lo mejor que podemos hacer, y que todo saldrá bien a pesar de que no estemos juntos. Dime que, al igual que yo tú jamás me olvidarás. Pero no dejes tu destino en mis manos, porque te prometo que, seré la persona más egoísta del mundo y te pediré que te quedes. Te necesitaré a cada segundo, te querré siempre, pero tenemos que despedirnos, tenemos que separarnos. Así que vete, queriéndome como me quieres, y si tiene que ser así, algún día volveremos a estar juntos. 

domingo, 18 de diciembre de 2011

Tengo más defectos que virtudes. O quizá solo se ver lo malo, ¿Quién sabe? Nunca he sido perfecta, y nunca pretenderé serlo. Soy despistada, no pierdo la cabeza porque no me es posible. Pero sé cuidar las cosas. Soy demasiado tímida, me sonrojo con rapidez, y cuando me pongo nerviosa suelo tartamudear. Pero lucho por lo que quiero, y si tengo que decir algo, sé decirlo bien. Me cuesta mostrar mis sentimientos. Pero cuando quiero, y cuando lo digo, lo hago de verdad. Mi aspecto, no siempre voy peinada, ni con tacones. No me maquillo, ni llevo la ropa más cara. Pero sé combinar, sé la diferencia entre una bufanda y un foulard. Cada año me prometo a mi misma que adelgazaré un par de quilos. Pero nunca lo cumplo, sin embargo, me quiero a mi misma. Acepto mi físico y no me quejo. Me encanta el orden, pero mi habitación normalmente es una leonera. Me propongo hacer cosas distintas, pero mi vida es una rutina. Mi letra es espantosa, pero mi pasión es escribir. Lo sé, me quedan muchos defectos por decir, pero quien quiera estar en mi vida, los tendrá que descubrir. Pero también aceptarlos, porque así es como soy.
No ha sido un camino de rosas, pero en este mismo instante no desearía estar en otro lugar que no fuera este. Entre tus brazos. No nos lo han dado hecho, ha sido duro pero ha valido la pena. Las noches en vela, las lágrimas, los dolores de cabeza, las peleas… No importan, se desvanecen en el mismo momento en el que me abrazas, me besas, me sonríes, me acaricias… Ahora que estamos juntos, todo es más fácil. El dolor ha desparecido, no existe. A veces, necesitas un motivo por el que seguir adelante, por el que luchar, un motivo para no rendirte. Mi motivo eres tú. Tú eres quien le da dado sentido a mi vida. Tú eres el motivo que hace que este aquí, a pie de cañón.
Tengo un problema. Hasta ahora pensaba que no podía ser feliz sin alguien al lado, que me faltaba algo, que en mi vida faltaba amor. Si, amor. El amor de ese chico al que llevas esperando mucho tiempo y que al llegar cambia completamente cada parte de ti, cambia tu día a día. Lo cambia absolutamente todo. Ese chico que sabe demostrarte lo que siente, que hace que pienses que eres lo más especial, al menos para él. Ese chico que sabe hacer detalles, que sabe como quererte. Pero, me he dado cuenta de una cosa; y es que si espero que aparezca algo así en mi vida, moriré esperando. Esperando a ese chico perfecto que ni siquiera sé si existe. Ahora mismo tengo 16 años, quiero disfrutar. Quiero divertirme con mis amigas, hacer locuras, estudiar, quiero estar con la familia y descubrirme a mi misma. Si algún día conozco a alguien que quiera hacer eso a mi lado, que acepte mis defectos y que me enseñe los suyos, que quiera vivir algo bonito pero imperfecto. Estaré dispuesta a luchar por él si vale la pena. Pero ahora mismo para mi, eso no es imprescindible. 

No todo en esta vida es tan fácil como nos gustaría. Nos hacen daño, nos decepcionan, nos cuesta encontrar nuestro lugar en el mundo. A veces, nosotros también les fallamos a los demás. Les rompemos el corazón igual que nos lo han roto a nosotros. Somos el motivo de lágrimas, de sonrisas, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Hablamos, escuchamos, miramos, sentimos… Y eso no suele ser fácil. Sino todo lo contrario. Querer, odiar, ignorar… Aprender ha aceptar las derrotas, a ganar, a vivir. A salir de los problemas, a vencer los días con nubes. A ser fuertes y disfrutar de la vida aunque eso sea difícil. Porque si, es complicado, muy complicado. Pero no es imposible.
Es demasiado tarde, lo sé. Antes de que me pidas que me vaya, necesito que me des un minuto. Necesito decirte algo. Jamás pensé que perderte pudiera dolerme tanto, ni que te pudiera echar tanto de menos. No pensaba que fuera a ser tan duro alejarme de ti. ¿Sabes? Si hubiera sabido que la última vez que te vería, era la última, hubiera retratado cada rasgo de tu cara, me hubiera grabado en la mente tu manera de andar, de moverte, tu manera de actuar. Si hubiera sabido que el último beso, era el último, no habría dejado de besarte. Y si hubiera sabido que la última vez que hicimos el amor, era la última, no me habría separado de ti, te habría abrazado y no hubiera permitido que te fueras a la mañana siguiente. Si hubiera sabido que el último “te quiero”, era el último, lo habría dicho mil veces más. Y si hubiera sabido que el último baile, era el último, te hubiera pedido un baile más. Así que te pido por favor, necesito para poder irme, para poder decirte adiós… un último baile.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Perder. ¿Sabes lo que es? Seguramente no, precisamente tú, no sabes lo que significa. Quizá, para ti perder significa no llegar a tiempo a coger el autobús, y perder el tiempo llamando a un taxi. Perderte un partido de los Lakers para asistir a cualquier otro partido mejor. Para ti perder a alguien significa no verle más, pero reemplazarle por otra persona y se acabó. ¿Qué problema hay? ¿Verdad? Me gustaría ser capaz de vivir de esa manera, que para mi lo más triste que pudiera ocurrir fuera que se me estropeara la manicura o que en vez de carne tuviera que cenar marisco. Sin embargo, mi vida no es así. Jamás lo ha sido y no puedo pretender que lo sea. Me conformaba con poco, y aspiré a demasiado. No te echo la culpa, pues desde el principio tuve claro la clase de chico que eras, un chico sin preocupaciones, dispuesto a vivir la vida a su manera. Seguramente eso fue lo que más me impactó de ti. Me prometí a mi misma, que no me engancharía, que serías un amigo como cualquier otro. Pero no fue así, entonces me dije a mi misma una y otra vez que solo sería una bonita historia, que acabaría unos meses después y que sería capaz de olvidar en unas semanas. Pero de nuevo me equivoqué. Me enseñaste tantas cosas, y me hiciste sentir de tal manera… que unos simples meses a tu lado para mi no eran suficientes. Pero, para ti si. Me había enamorado de un chico que sentía de una manera distinta, que tenía el corazón cerrado para todo el mundo. Un chico que no permitía que nadie entrara en su vida, no de una manera permanente. ¿Mi error? Fue intentar cambiar eso. Puede, como es típico para ti, ya me hayas substituido por cualquier chica, una nueva, un soplo de aire fresco. ¿Pero sabes que? Que aunque tu ya me hayas olvidado, yo ni siquiera he empezado ha hacerme a la idea de que ya no volveré a verte. De que te haya perdido.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Éramos pequeños. La casa del árbol, una niña con coletas a la que molestar. Te quitaba la muñeca, salía corriendo y te hacía llorar. No era más que un enano buscándote y querientote encontrar. Más tarde, años después. Primaria, el colegio. Y tú, la niña más simpática y popular. Guapa, lista, todo lo que una madre podría desear. Sin embargo, yo era un gamberro fuera de lugar, al cual no hacían más que castigar. El instituto, el mejor partido, la chica más especial. Yo había madurado y volvimos ha hablar. Recordábamos viejas historias riéndonos sin más. Nos graduamos y a la universidad. Nuestros caminos entonces se volvieron a juntar. Compañeros de clase, de estudio y demás. ¿Qué había cambiado? Que aquel niño molesto se había enamorado. Y la niña con coletas no le hacía ni caso. Pero él había aprendido a no rendirse y luchar. Flores, cartas y pequeños detalles que la dejaron sin habla. Y así acabó también la niña de la muñeca enamorada. Acabaron las carreras. Fiestas, celebraciones. Y al altar. Aquellos dos niños del árbol que estaban destinados a estar juntos y  a ser felices como los que más. Comiendo perdices y haciendo su historia realidad.
He cometido errores, muchos. Si, quizá todo el mundo los comete… pero es que yo lo hago el doble. Podéis creerme. Sin embargo, puedo decir que no me avergüenzo de ellos, como muchas personas si que lo hacen de los suyos. No, no estoy juzgando a nadie. Simplemente, los errores que yo he cometido me han servido para aprender, para hacerme más fuerte, para caer y coger fuerza para levantar. Para ser quien soy; Una persona perfectamente imperfecta.


 

Te levantas un día sin ganas de hacer nada, sin intención de hablar con nadie. Te encierras en tu habitación, los cascos, la música y te dispones a desaparecer una vez más. Total, ¿Qué más da? Nadie se da cuenta. No notan tu ausencia y al fin eso es algo que acabas aceptando. Pero no puedes culpar a los demás, pues tú tienes parte de culpa. Tienes que hacerte notar, pisa fuerte, grita si es necesario. Haz que te vean. Y llegará un día en el que alguien no te quitará ojo. Y que para esa persona tu ausencia, será el fin del mundo.
Llegué a un punto en el que pensé que estaba vacía. De golpe, la capacidad de sentir, de llorar, de reír… había desaparecido. Ya no la tenía. No era capaz de reaccionar ante los sentimientos, o tal vez, lo que hacía era ignorarlos simplemente. El miedo no existía, ni tampoco la inquietud ni la alegría. Y mucho menos el amor.

Eso tenia sus ventajas, nadie volvería ha hacerme daño, ni tendría el poder de hacerme llorar. El problema fue, que nadie era capaz tampoco de hacerme sonreír. Cuando pensé que mi vida ya no tenía sentido por ese motivo, porque mi corazón se había congelado… Llegaste tú. Lo cambiaste todo. Fuiste capaz de hacer que mis piernas temblaran, de que mostrara la mejor de mis sonrisas y convertiste ese corazón de hielo en un volcán con lava.

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Porque nos da tanto miedo hablar? Decir lo que pasa por nuestra cabeza, lo que ocurre en nuestro corazón... ¿Nos asusta hablar de lo que sentimos? ¿O nos da miedo como los demás pueden reaccionar? ¿Tememos confesar que alguien es especial para nosotros? ¿O que esta persona no sienta lo mismo? ¿Enamorarnos? ¿O que se enamoren de nosotros? No es difícil acercarte a esa persona y decirle; me gustas. Lo que es complicado, es tener la capacidad de aceptar la respuesta y la reacción de esa persona ante lo que le acabamos de decir. Ser o no correspondidos. Solemos decir que cada uno es responsable de lo que dice, sin embargo, nos pasamos la vida pensando en los demás y en las consecuencias que nuestras palabras pueden conllevar. Por lo tanto, todos somos un poco responsables de las palabras de los demás, ¿no? Aunque sea de una manera indirecta, a partir de nuestras reacciones. Acción reacción, así es la vida. ¿Mejor mantenernos callados? ¿O dejarse llevar y dejar la responsabilidad de todo a un lado? Yo, personalmente opto por lo primero. A partir de ahora, me declaro muda. Lo sé, soy una cobarde.