domingo, 9 de octubre de 2011

Mis manos le rodeaban. El aire chocaba suavemente en mi cara, el casco no me la cubría entera. Tenía un poco de frío, pero no me importaba, no me importaba en absoluto. Aceleró la velocidad de la moto, le abracé entonces con más fuerza. Por el retrovisor pude ver como sonreía, y aquello provocó que yo sonriera también. Si, su felicidad era mi felicidad, su mirada era mi mirada, y su sonrisa provocaba la mía. Jamás había sentido nada parecido, y tenía miedo, sin embargo, tenía muchas ganas de afrontarlo todo, afrontarlo todo junto a él. Muchas veces pasaba por mi cabeza que no estaba a su altura, que no le merecía. Pero él hacía desvanecer de mi mente cualquier cosa con tan solo darme un beso, con tan solo pronunciar mi nombre, o simplemente con mirarme directamente a los ojos. Él, hacía que me sintiera afortunada por tenerle, me hacía sentir especial y segura.  Y, aquella noche me demostró que él se sentía afortunado también, solo por tenerme a mí.
 
De golpe, y por mi sorpresa, empezó a gritar, a chillar a todo el que pasaba por la calle- ¡Que lo sepa el mundo entero! Que ella es la chica, mi chica! ¡La quiero, más de lo que puedo soportar! ¡ Más de lo que podría haberme llegado a imaginar! ¡ La quiero con sus defectos, y también con sus virtudes! ¡ Porque para mí es perfecta! ¡Ella es lo más grande, lo más importante! ¡Ella es la chica de mis sueños!- Me quedé sin palabras, no sabía que decir. Mis ojos empezaron a brillar, y las lágrimas querían abrirse paso. Intenté retenerlas, pero fue imposible; La persona que hacía que mi vida tuviera sentido, acababa de demostrarme que era más afortunada de lo que pensaba.


[Gemma y Aleix] 

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