lunes, 24 de octubre de 2011

Su mirada se clavó en mí. Una mirada penetrante, una mirada que hasta me causaba dolor, más del que ya sentía- Lo siento- Oír su voz hizo que los pelos se me pusieran de punta- No sé cuántas veces he llegado a oír eso- Dije con la voz ronca, me había pasado una tarde entera llorando, tenía los ojos rojos y me había costado una barbaridad poder decir palabra, es más, no entendía como ahora podía hacerlo- Sé que la he cagado, sé que no merezco que me perdones, ni que me mires, ni que me hables, pero por favor… Escúchame- Le había escuchado tantas veces, había oído tantas veces como me pedía perdón por lo que había hecho, le había escuchado tantas veces lamentarse, que no soportaba hacerlo una vez más, simplemente, ya no le creía. Tiritando coloque el ipod en el bolsillo de mi chaqueta. Con las piernas temblando me levanté, no estaba convencida de que fueran capaces de sujetarme por mucho tiempo, pero debía intentarlo- Lo he hecho demasiadas veces, te he escuchado demasiadas veces, te he perdonado demasiadas veces, no puedes pedirme que lo haga otra vez, no puedes pedirme que vuelva a hacer como si nada, no puedes pedirme que lo olvide, no puedes-Dije con las lágrimas de nuevo en los ojos. Suspire, esperaba que fuera una manera de calmarme, de relajarme aunque fuera solo un poco. Di media vuelta y empecé a andar- No puedes dejar que esto termine, no puedes dejar que lo nuestro se acabe así- Me acusó chillando. Me pare en seco. ¿Me estaba acusando? Me gire de nuevo, él se acercó, había unos tres pasos entre los dos- No dejes que este sea nuestro final.- Estaba sorprendida, no me podía creer lo que me estaba diciendo, él nunca me había querido, nunca me lo había demostrado, nunca me lo había dicho, y me estaba acusando de dejar que nuestra relación llegara a su fin- El final de esta historia lo has escrito tú, no yo, es más, esta historia ni siquiera ha tenido un principio, para ti, nuestra relación era como un borrador, lo tirarías en cualquier momento, cuando te cansaras de escribir. Mírame a los ojos, mírame a los ojos y dime que no puedes soportar la idea de que me vaya, mírame y dime que jamás podrás vivir sin mí. ¡Vuelve a mentirme mirándome a la cara!- Grité. Estallando de una vez. Llorando como no lo había hecho antes. Con rabia. Quería irme, pero mis piernas estaban clavadas en la arena. 

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