sábado, 10 de diciembre de 2011

Éramos pequeños. La casa del árbol, una niña con coletas a la que molestar. Te quitaba la muñeca, salía corriendo y te hacía llorar. No era más que un enano buscándote y querientote encontrar. Más tarde, años después. Primaria, el colegio. Y tú, la niña más simpática y popular. Guapa, lista, todo lo que una madre podría desear. Sin embargo, yo era un gamberro fuera de lugar, al cual no hacían más que castigar. El instituto, el mejor partido, la chica más especial. Yo había madurado y volvimos ha hablar. Recordábamos viejas historias riéndonos sin más. Nos graduamos y a la universidad. Nuestros caminos entonces se volvieron a juntar. Compañeros de clase, de estudio y demás. ¿Qué había cambiado? Que aquel niño molesto se había enamorado. Y la niña con coletas no le hacía ni caso. Pero él había aprendido a no rendirse y luchar. Flores, cartas y pequeños detalles que la dejaron sin habla. Y así acabó también la niña de la muñeca enamorada. Acabaron las carreras. Fiestas, celebraciones. Y al altar. Aquellos dos niños del árbol que estaban destinados a estar juntos y  a ser felices como los que más. Comiendo perdices y haciendo su historia realidad.

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