viernes, 30 de agosto de 2013

Me siento bloqueada. Siempre he utilizado la escritura para desahogarme. Me dejaba llevar por las palabras que rondaban por mi mente y todo parecía ir mucho mejor. Sin embargo, ahora me pongo delante de una libreta y parezco un mueble más de la habitación, inútil, sin nada que decir, sin vida, sin esencia. Espero y sigo esperando que las palabras se apoderen de mi, que se me ocurra al menos una frase con un mínimo sentido y coherencia. Me agobio, pensando que quizá he perdido aquello que provocaba en mi ese don de expresión, esa suavidad y elegancia a la hora de redactar. Tengo un nudo en el estomago, un nudo de aquellos imposibles de deshacer con un vaso de agua, un nudo como aquellos que se utilizan para amarrar los barcos en el puerto. Sin huida alguna, atrapados, cuando podrían estar en mar abierto.

Pero se lo que tengo que hacer. Cierro los ojos, cojo aire. Suspiro una vez más. Dejo la mente en blanco. Solo soy yo delante de una hoja de papel sintiéndose mejor después y a pesar de todo. Solo soy yo, una escritora o intento de ello. Y nada más importa, que el texto sea bonito o no, que guste a los demás, que la letra sea legible o que todo parezca impecable. Solamente soy yo, y mi libreta.



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