martes, 10 de septiembre de 2013

El otro día, en una serie de televisión se planteaba, a una serie de personajes, redactar un escrito con cosas que hacer antes de morir. El tema me interesó bastante, pues, ¿quién no se ha llegado a plantear nunca una lista con las cosas pendientes antes de que su existencia termine? Las respuestas eran infinitas: Poner un pie en cada continente, aprender otro idioma, cruzar un país entero con una bicicleta, bucear con tiburones o delfines, pintar un cuadro, trabajar como voluntario, pasar 24h solo en una selva, tirarse en paracaídas, conocer a un ídolo, visitar las 7 maravillas del mundo, y un montón de cosas más. En ese momento, me planteé si yo quería hacer todas esas cosas, o al menos, una de ellas. Justo en ese momento, uno de los chicos que se encontraba en la escena, entrega su papel en blanco. Y al cabo de pocos días, se suicida. Por lo visto, no encuentra nada que hacer, nada que sentir, antes de morir. Entonces, me vuelvo a plantear que es lo que yo querría hacer. De que se compone mi lista, y me doy cuenta de una cosa. Simplemente, me conformo con vivir.

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