martes, 22 de noviembre de 2011

Desde un principio debería haber tenido claro que tarde o temprano, todo terminaría.  De alguna manera, se había echo a la idea. Sabía que no sería fácil volver a la rutina después de aquel verano, pero no esperaba seguir sintiendo todo aquello todavía. Estaba sentada en la última fila del aula, el profesor dictaba algo que ella ni siquiera escuchaba. No paraba de dar vueltas una y otra vez a cada momento, a cada detalle, a cada escena… Había vivido una película. Una historia de amor durante las vacaciones, que en Septiembre tenía que acabar. No, no lo había planeado y ella había sido la primera sorprendida, pero había decidido vivirlo. Disfrutarlo y no preocuparse por las consecuencias que aquello le conllevaría, consecuencias que en aquel momento, estaba sufriendo. Las imágenes pasaban por su cabeza, reproduciendo una y otra vez cada instante. Aquella fiesta en la playa, aquel primer baile. La invitación a cenar, el restaurante, la música. La fogata, el primer abrazo, el primer beso. El día de pesca. Aquel amanecer y aquellas bellas palabras. El calor, la cama de él, las caricias, la ternura. El campo, el picnic. Su viejo descapotable, el cine al aire libre. La despedida... Las lágrimas empezaron a acudir a sus ojos. Tanto él como ella habían acordado dejarlo allí, olvidarse de los sentimientos y después de aquel verano, seguir cada uno con su vida. Pero, ella no podía. No era capaz. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Como podía imaginar que no existía, si no podía parar de pensar en él? ¿Cómo podía olvidarle si su corazón no se lo permitía? ¿Si su cabeza no paraba de recordarlo? ¿Cómo podía haberse enamorado en tres simples meses?

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