miércoles, 1 de mayo de 2013

Hay muchas cosas que hacen daño. Existen distintos tipos de dolor. Un puñetazo, una caída. Algo físico al fin y al cabo. Ese dolor es pasajero, quizá sangres o te salga un moratón al cabo de un par de horas. Pero cuando pasa el tiempo, ¿quien se acuerda? Ese momento, por muchas lagrimas que te haya provocado, se desvanece. Si. Sin embargo, cuando se trata de otras cosas, no. Una decepción, una traición, un corazón roto. Eso no se arregla tan fácilmente. Os puedo asegurar, que cuando una persona te falla, no lo olvidas. Y si lo haces, es que seguramente no te importe tanto realmente. Eso, te acaba enseñando cuando llegas a comprender-lo. Cuando se trata de algo mental, un sentimiento, es mucho más complicado echarle cara. Afrontarlo con un buen par, para decirlo de algún modo. Y si, te dirán que es fácil, que todo en la vida pasa, y que lo que tienes que hacer, es no esperar nada de nadie. Pero eso lo hemos hecho, lo hacemos y lo haremos siempre. No podemos evitar tener la esperanza de que las cosas salgan bien. De que el error que hemos cometido una vez, no sea seguido de otro todavía más grande. Mi consejo, es que debemos esperar lo mínimo, y personalmente, sé que eso no es fácil. Así que no os diré que hagáis eso. Pero os puedo decir, que lo que hace menos daño, en este caso, es no depender de nadie. No dejar que una persona controle tu vida. Que te de un puñetazo si quiere, pero no que se convierta en cada paso que vayas a dar en un futuro. Porque si lo haces, y después te fallan, marcará tu vida para siempre.

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